16 sept 2010

CONTRAVOZ - La otra oposición

Por Gonzalo Himiob Santomé


Ya empieza a sentirse lo que algunos llaman “el calor electoral”. Los partidos y movimientos políticos ya tienen sus estrategias montadas de cara al 26S y, de bando y bando, comienzan las carreras típicas de estos momentos. Muchos de los políticos de los buenos, de los que no abandonan a su gente ni dejan de hacer su trabajo aunque no haya elecciones, intensifican en estos días su agenda “de calle” y se lanzan con todo a promocionar sus propias candidaturas o a apoyar a las de otros. Otros, los políticos de “los malos”, es decir, esos a los que sólo se les ve la cara durante las elecciones, salen a hacer recorridos de medio pelo –como si eso fuese lo que han hecho toda la vida- y por unas breves cuadras de algunas zonas populares haciendo de ello gran alharaca para que “se vea” y para que se les crea que van “de la mano con el pueblo”. Aunque el pueblo ya tiene muy claro quiénes son los unos y los otros a los últimos a veces la movida les sale, y terminan siendo percibidos como lo que no son. Pero así son los avatares de la política y en fin, el punto es que es en este  “calor electoral” en dónde más se definen los tipos de políticos, y los tipos de personas, con los que nos enfrentamos cuando de regir los destinos del país se trata.

De los del oficialismo creo que poco más puede decirse que no se haya dicho ya. Son casi todos los candidatos a la AN y al Parlamento Latinoamericano simples apéndices del que no ha dejado de ser, en casi doce años de presidente, el “candidato mayor”. No son sus fotos solas ni sus méritos personales los que valen –al parecer, ni en su casa se les conoce mucho- por el contrario, las imágenes que sí valen son las que les muestran al lado de Chávez o, mejor, las que muestran solo al “líder” –así, como para que no quede duda de que no son sino sus instrumentos- pero como si fuese Chávez el que corre por este o aquél circuito. Es lamentable, de verdad, pero no me toca en esta entrega ahondar más sobre este punto que, además, ya he tocado en otros momentos.

Lo que sí quiero mostrar, a riesgo –asumido- de que la oposición con la cual me identifico me caiga encima, son los desatinos de esa “otra oposición” que no termina de entender que el país nos necesita a todos y que tan negativo es el discurso maniqueo del oficialismo como el que se percibe en los sectores de “oposición radical”. Tan “radical”, de hecho, que ahora –y esto lo dijo públicamente y con sobrado desprecio una conocida candidata por la MUD al Parlamento Latinoamericano- el que “no esté con la MUD”, sin importar sus méritos o lo mucho que haya luchado durante años contra este oprobio que nos gobierna, sencillamente “no es opositor”.

Claro. Es que algunos, aún en “la oposición” lo que quieren es volver a un esquema de pasado que ya nadie desea o, peor, montarse en el poder para abusar de éste de la misma manera en que lo hacen algunos oficialistas ahora. Chávez grita “el que no está conmigo, está contra mi” y salen estas viudas de la vieja escuela a gritar, rasgado de vestiduras de por medio, “¡intolerancia!” “¡Abuso!”, “¡Persecución!”; pero basta que alguien se oponga o no comulgue con los “sacrosantos” dictámenes que se libran desde la comodidad del Perú o desde algunas mesas cerradas en las que unos cuatro o cinco “iluminados” deciden los destinos del “mundo” para que, cual plañideras, lloren estas mismas “opositoras obtusas” que el que osa cometer tal “pecado” es un “enemigo” o, lo que es lo mismo, –y hasta pareciera que es Chávez quien lo dice- que, como no se “está con ellas” se está “contra ellas”.

Es la misma jugarreta de esa vieja política con la que ya nadie, absolutamente nadie, está de acuerdo. Es el truco añejo de no atacar la propuesta, de no valorar en su justa medida el argumento distinto, por válido que sea sino, por el contrario, hacer ver a los demás –y “los demás” son sólo quienes “no están con ellos”- como “los malos” de la partida, aunque se hayan jugado el pellejo por el rescate de la democracia tanto o más que cualquiera. Es no atacar el argumento sino a la persona y, con eso –al igual que lo hace Chávez- demostrar una de dos cosas: O que no se tiene la razón –ni argumentos sólidos para refutar a nadie-; o que se tiene miedo, mucho miedo, porque quienes así obran saben que fuera de la “política” –mejor sería decir, fuera de la “politiquería”- no sirven ni como recaderos y no tendrían ni de qué vivir.

Es eso. Lo que trasluce detrás de afirmaciones insensatas y maniqueas como las que hoy comento de algunos sectores de esa “otra oposición” que al final no es más que “lo mismo” de siempre y que ya nadie desea es no sólo una mezquindad de proporciones épicas, sino el temor a ser desplazado de los juegos del poder por gente más preparada y comprometida sin tener más que las propias miserias para el “sustento” diario. Pero hay más. También está presente en tales bravatas esa ceguera tan clásica de estos tiempos de “calor electoral” que a algunos les hace olvidar que el país ni comienza ni termina el 26S, ni en ese ni en ningún otro proceso electoral, y que no es conveniente estar abriendo heridas en los aliados o en los cercanos –sobre todo en los que pueden seguir siendo útiles en la construcción de la nueva Venezuela que se ansía- porque luego esas heridas no cierran con facilidad. Por eso es que hago continuamente el llamado al voto consciente, serio, razonado, pero también a una campaña justa, equilibrada, y por encima de todo, decente. Estoy en desacuerdo con quienes sólo saben jugar sucio –estén dónde estén- y con el “borregueo” que algunos, con oscuras intenciones, tratan de imponer utilizando desde la oposición a la cacareada “unidad” como un verdadero chantaje, que no como un conjunto de valores o de proyectos compartidos para una Venezuela mejor ni mucho menos como una visión de país tolerante e incluyente.

Lo bueno es que el pueblo, que es de todo menos pendejo, sabe muy bien quiénes son los que apuestan y se sacrifican de verdad por el país y quiénes son los que, por el contrario, sólo bailan al ritmo de sus propios intereses o, peor, al ritmo que les pautan con distante comodidad otros que ni siquiera han tenido la decencia de quedarse acá dando la pelea cuando más se les necesitaba. Amanecerá –dice el refrán- y veremos.

*Publicado en el Diario "La Voz" el 12/09/10

1 comentario:

  1. Excelente Gonzalo!.. Los radicalismos son dañinos sin importar de que lado se esté!. Ha sido decepcionante encontrar tanto "relleno" en candidaturas que parece q van a cualquier cosa menos a un Parlamento!. Solo espero que la falta de visión no nos haga perder esta valiosísima oportunidad que se nos presenta; mientras muchos buscan sus trozo de torta!.. Abrazo!

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